miércoles, 3 de septiembre de 2014

El netbook ha muerto. ¡Larga vida al netbook!

Hace ya casi siete años, en octubre de 2007, Asus lanzó una máquina mítica: el Asus Eee PC 701, considerado el primer netbook de la historia. Desde mediados de los 90 habían ido apareciendo los llamados ultraportátiles, máquinas que empaquetaban una potencia razonable en apenas un kilogramo de peso. Pero Asus redefinió las reglas lanzando una máquina de gama baja, ligera, y con disco en estado sólido y duración de batería sobresaliente (hasta 6 horas según las condiciones). Todo ello orientado a su característica más sobresaliente: un precio realmente ajustado para lo que ofrecía. Otras marcas le siguieron, notablemente Acer con su gama Aspire One.

Incomprensiblemente, los fabricantes destrozaron el concepto de netbook. Lo que era una máquina ligera, pequeña, robusta y barata se fue convirtiendo en un miniportátil de 12”, con casi dos kilos de peso, discos duros enormes y frágiles, y precios cercanos a los 400 Euros. Claro, entre una máquina con esas limitaciones y precio, y un portátil completo por 500 Euros, ¿cuál compraríais? Por ello, las ventas cayeron en picado, y los fabricantes fueron retirando sus modelos. En enero de 2013 tanto Asus como Acer dejaron de fabricar netbooks.

Pero para entonces había surgido ya una alternativa: los Chromebooks, portátiles de gama baja (procesadores poco potentes, unidad SSD de reducido tamaño y precio en torno a los 300 Euros) que, como su nombre indica, corrían el sistema operativo Chrome OS de Google (básicamente un Linux diseñado para correr una única aplicación, el navegador Google Chrome). La idea era interesante, pero el punto flaco era que si nos quedábamos sin conexión, el ordenador se convertía en un portapapeles. Aun así, los Chromebooks consiguieron unas ventas discretas.

Avancemos a 2014. En primavera, Microsoft anunció una versión de Windows (“Windows 8.1 con Bing”) gratuita para tabletas y mini-PCs (¿netbooks?) de 9” o menos. Y, curiosamente, una de las primeras ofertas con ese sistema operativo es una máquina recientemente anunciada por HP, el HP Stream, con un hardware muy similar a su Chromebook. Y al examinar los detalles, la sorpresa es doble: la pantalla es de 14” (muy por encima de las 9” que, teóricamente, son el máximo impuesto por Microsoft) y el precio es de 200 Dólares, sensiblemente inferior al del Chromebook equivalente.

¿Es este el inicio de un resurgir del concepto netbook? Android y Apple se reparten la mayoría del mercado de tabletas, pero siempre habrá necesidad de máquinas “de trabajo”, con teclado físico y especificaciones más orientadas a la creación de contenido (y la estabilización de las ventas de PCs en 2014, después de años de caída libre, apunta en esa dirección). Si es así, nos encontramos ante un futuro a medio plazo en el que los nuevos portátiles de bajo coste competirán con las tabletas en el mercado corporativo. El que mejor se le da a Microsoft.

miércoles, 27 de agosto de 2014

Cine en 3D

Escribí este artículo en agosto de 2009, ¡hace la friolera de cinco años!, pero quedó en los archivos. El otro día me lo encontré, y me sorprendió lo poco que ha cambiado el panorama en todo este tiempo. Aquí os lo dejo.

* - * - * - *

Hace algunas semanas fui al cine con unos amigos. No lo hago muy a menudo, y los 9,50 Euros que pagué por la entrada me recordaron en seguida porqué. La película que elegimos fue Up, de Pixar. En tres dimensiones.

Hasta ahora no había optado por el cine en relieve debido a diferentes razones. Principalmente, porque me parecía más que nada una tecnología-márketing para reenganchar con el público (que cada vez tiene equipos más avanzados en su casa) y, de paso, conseguir convencer a las salas para dar el salto a los (extremadamente caros) proyectores digitales. Una segunda razón era que mi único contacto con un sistema de proyección tridimensional, hace un lustro en un parque temático, me había acarreado un dolor de cabeza tras sólo diez minutos de proyección.

Ahora que lo he probado, tengo menos recelos respecto a la tecnología. Sigo sin ver la diferencia entre el cine digital y el químico (en teoría un fotograma estándar de 35 mm. puede resolver más detalle que una imagen de 4K, la mayor calidad empleada en el cine digital). Pero, al menos, he dejado de ver la nueva tecnología como una atracción de feria. Vi las dos horas y pico de programa sin gran problema, con la única molestia de tener que ponerme unas gafas especiales sobre las que me son necesarias por mi miopía, y el inconveniente de ver una imagen ligeramente menos luminosa. Aunque también tengo que decir que mis amigos no vieron gran problema en esto último.

El visionado de escenas en relieve implica que cada ojo reciba, mirando hacia el mismo sitio, una imagen ligeramente diferente. La tecnología por la que se ha decantado la industria para el cine en 3D es la menos mala de las disponibles a día de hoy: la basada en luz polarizada. Por un lado, se emplean dos proyectores, cada uno con un filtro polarizador al frente de su óptica, uno de ellos rotado 90 grados respecto al otro; por el otro, los espectadores se ponen unas gafas que sitúan delante de sus ojos sendos polarizadores, de nuevo con un desfase de 90 grados y ajustados para corresponder con los proyectores. El resultado es que en la pantalla se proyectan ambas imágenes simultáneamente, pero cada ojo ve la que le corresponde y el cerebro interpreta el conjunto y da relieve a la escena.

El programa, por cierto, fue enteramente de animación por ordenador, y me hizo pensar sobre el uso de la nueva tecnología. Comenzó con un trailer del largometraje Cuento de Navidad en el que, en mi opinión, se abusó del juego con la profundidad. En numerosas ocasiones, objetos rompían la cuarta pared y se acercaban al espectador. Inicialmente, estas cosas llaman la atención, pero no pude dejar de pensar en el “estéreo analógico”, tan común en las primeras grabaciones estereofónicas de los años 60, y que abusaban del efecto colocando los instrumentos exclusivamente en los dos extremos del espacio. Las otras dos proyecciones (ambos de Pixar: el cortometraje Parcialmente Nublado y la película Up) fueron muchos más comedidas en ese sentido, y, ciertamente, más realistas.

En todo caso, habrá que ver si esta nueva forma de ver el cine se impone. Por de pronto, en estos tiempos de crisis, el subir el ya abultado precio de las entradas no parece buena política, y no creo que la imagen tridimensional sea un avance tan grande ni tan necesario como el cine sonoro o en color.

miércoles, 20 de agosto de 2014

Adiós, Amazon. Adiós.

Como podéis imaginaros, no soy un novato comprando en Internet. Tengo cuenta en al menos media docena de sitios de primera línea, y llevo ya la friolera de 13 años en eBay y PayPal (¡cuando creé mi cuenta ni siquiera tenían filial europea!). Y hasta hace un mes, por supuesto, tenía también cuenta en Amazon.

Tenía. He solicitado su cierre porque no tengo intención de volver a comprar allí.

Todo ha sucedido a raíz de una compra hecha hace dos meses. No es importante el artículo, pero sí cómo se desarrolló la operación. El vendedor tardó en enviar el artículo más de una semana tras el pago, y por ello le puse una calificación neutral. Me pidió varias veces que se la retirara, pero yo hice caso omiso: creo que es mi derecho (y obligación) dejar una calificación fidedigna. Y él, al ver que no conseguía convencerme, denunció mi calificación por “contener datos personales” (algo rotundamente falso), y logró que Amazon la retirase.

El asunto me pareció grave, y abrí una reclamación. El operador telefónico de Amazon, con una amabilidad exquisita, reconoció que tenía razón, y prometió que intentaría restituir mi calificación. Mi sorpresa fue mayúscula cuando me fue comunicado que la calificación se había eliminado por completo, y que podía volver a dejarla.

Llegados a este punto, tenía serias dudas de que el vendedor no me volviera a tirar abajo una calificación similar. Y, por supuesto, tenía motivos para dudar de las calificaciones de los demás vendedores, visto lo fácil que es para un vendedor quitarse de encima las calificaciones incómodas.

En un sitio de comercio electrónico, las calificaciones son vitales: si no puedes confiar en la reputación de un vendedor, no puedes comprar. Lo único lógico fue, por tanto, cancelar mi cuenta en Amazon.

eBay tiene un sistema de calificaciones bastante robusto, DealExtreme es de fiar (llevo gastados cientos de Euros y aún no ha habido una sola reclamación que no hayan resuelto satisfactoriamente) y AliExpress es un charco de ranas, sí, pero con precios extremadamente bajos con los que merece la pena arriesgarse. Amazon no es fiable, su atención al cliente es educadísima pero completamente inútil (no hablo sólo de este incidente), y, debido a las draconianas cuotas que les cobran a los vendedores, cada vez es más caro. No hay razón para que siga usando sus servicios.

Adiós, Amazon. Adiós.

miércoles, 13 de agosto de 2014

Samsung anuncia el Galaxy Alpha

No suelo escribir sobre noticias de actualidad, pero hoy voy a hacer una excepción, porque el tema es jugoso.

Samsung ha anunciado un nuevo modelo de Smartphone, el Galaxy Alpha. Aquí lo tenéis en toda su gloria:

Samsung Galaxy Alpha
Imagen tomada de la web de Samsung España

¿Os recuerda a algo? ¿Sí? ¡Exacto! Su diseño en general, y su marco en particular, son una copia descarada del de los iPhone 4 y 5. Para más inri, la propia Samsung lo publicita con eslóganes como “No te conformes con ser uno más”.

¿Cuánto tardará Apple en demandar a Samsung por su nuevo diseño? Se admiten apuestas…

domingo, 10 de agosto de 2014

Derecho al olvido: Google contraataca

Hace unas semanas hablaba del llamado derecho al olvido, nombre dado a una sentencia del Tribunal Supremo de la Unión Europea que obliga a los buscadores en Internet a eliminar de sus resultados enlaces que dañen la imagen de ciudadanos. En dicho artículo, llegaba a la conclusión de que este mal llamado derecho era, en realidad, una forma encubierta de censura.

Pues bien, parece que no soy el único que piensa así. Google no sólo ha atendido las solicitudes con una celeridad sorprendente (probablemente para conseguir que la prensa hable del asunto), sino que además ha comenzado a notificar a las webs enlazadas la retirada de los enlaces, algo a lo que la sentencia no obliga. El objetivo es claro: hacer que los medios enlazados se hagan eco.

Y parece que lo está consiguiendo. La Fundación Wikimedia ha publicado una lista de enlaces eliminados de Google a través del derecho al olvido. Entre ellos se encuentran algunos que apuntaban a artículos sobre delincuentes y organizaciones criminales.

Ojalá actuaciones como ésta ayuden a desmontar el mal llamado derecho al olvido. Aunque mucho me temo que con una Unión Europea tan lenta y burocratizada como la que tenemos, cuando realmente se pongan con ello ya esté aceptado e institucionalizado.

jueves, 7 de agosto de 2014

Conduciendo sin manos

"¡Mira, mira, sin manos!" "¡Mira, mira, sin pies!" "¡Mira, mira, sin dientes!" Todos conocemos ese viejo chiste de Jaimito, y hasta un crío de cinco años lo entiende. Pero no el autor del siguiente vídeo:



Lo que comienza como una demostración del sistema de conducción asistida del Nissan Infiniti Q50 toma tintes surrealistas (y peligrosos) cuando el cámara muestra el asiento del conductor vacío en un coche que rueda a 100 Km/h. Pero lo más sorprendente llega al final del metraje, cuando el vídeo avisa “cuidado con no tocar el volante”, mientras el conductor hace justamente lo contrario, con el efecto que era de esperar.

Ciertamente, todo un candidato a los Premios Darwin. Aunque, afortunadamente, por esta vez haya escapado a la nominación.

Tenemos aquí un dilema preocupante. Una tecnología realmente útil y prometedora es empleada para cometer una estupidez supina. Por supuesto, muchos emplearán ejemplos como éste para pedir la prohibición de los sistemas de conducción asistida.

Yo no estoy de acuerdo. Yo sólo veo un caso más de estupidez, como la moda del balconing, o la más reciente de grabarse en vídeo prendiéndose fuego con alcohol. Estupidez, eso sí, que en este caso puede llevarse por delante vidas de inocentes.

Tengo fe en el futuro. Pero cosas como esta me hacen dudar.

sábado, 2 de agosto de 2014

De vuelta de vacaciones

Saludos de nuevo, compañeros.

Me he tomado unos días de (necesarias) vacaciones en Sanabria, la siempre maravillosa Sanabria, y vuelvo a la carga. Tengo algunos artículos preparados, y seguro que irán surgiendo temas interesantes sobre los que escribir. Mientras tanto, os dejo esta fotografía que tomé una de las noches de mis vacaciones:

Trefacio de noche

lunes, 7 de julio de 2014

BASIC cumple 50 años

En 2014 se cumplen una cantidad importante de aniversarios. Este es el primero de una serie de artículos dedicados a recordarlos. Si os gustan las batallitas o queréis saber cómo era la informática antes, estad atentos.

Allá por los primeros años 60, la informática era muy diferente. Estaban comenzando a aparecer los primeros sistemas de tiempo compartido, que permitían a varios usuarios (decenas, incluso centenares) usar a la vez el mismo ordenador, mediante teletipos (algo así como una impresora con un teclado) o terminales. Pero había un problema: en la época no había software genérico, y cada usuario debía preparar sus programas.

Para facilitar esa tarea, John G. Kemeny y Thomas E. Kurtz decidieron diseñar un nuevo lenguaje de programación. Debería ser sencillo de aprender, de propósito general y permitir crear y ejecutar programas pequeños rápidamente. El resultado fue BASIC (Beginner's All-purpose Symbolic Instruction Code, código simbólico de propósito general para principiantes), un lenguaje sencillo que permitía ejecutar instrucciones sencillas tras ser introducidas, o almacenarlas para formar un programa complejo.

Su simplicidad le hizo mantener el terreno ante lenguajes más modernos y avanzados (como Pascal, creado en 1968, o C, creado en 1970). Y cuando aparecieron los primeros microordenadores a mediados de los 70, BASIC fue incorporado en la mayoría de ellos (principalmente por su sencillez y por la poca cantidad de memoria que requería). Así, en los años 80, prácticamente todos los ordenadores de 8 bits, y muchos de 16 bits, se vendían con el lenguaje BASIC en la memoria ROM. Muchos de los que hoy en día nos dedicamos a la programación o a la ingeniería del software dimos nuestros primeros pasos con una de esas máquinas.

Entrados ya los años 90, Microsoft, que había sido fundada precisamente para vender un intérprete BASIC, lanzó una nueva versión del lenguaje que, además, permitía crear interfaces gráficas de usuario con extremada facilidad: Visual Basic. Es esta nueva variante del lenguaje la que le ha permitido llegar al siglo XXI y gozar aún de buena salud, a sus 50 años.

Atrás han quedado los años en los que, si necesitábamos que el ordenador hiciera algo, teníamos que escribir un programa. Ahora basta con descargar una app. Pero eso no nos debe hacer olvidar esa época en la que BASIC sirvió para que mucha gente se acercara a esas misteriosas máquinas llamadas ordenadores. Sólo por eso, tiene un merecido puesto en la Historia de la Informática.

sábado, 5 de julio de 2014

El derecho al olvido: una forma de censura

Uno de los temas que más tinta (electrónica) ha hecho correr en las últimas semanas es el llamado derecho al olvido. Este consiste, en palabras llanas, en el derecho de cualquier ciudadano a que se "olvide" (en otras palabras, que dejen de publicarse) hechos pasados que han dejado de ser ciertos. En base al citado derecho, el Tribunal Supremo de la Unión Europea dictó hace pocos meses una sentencia en la que obligaba a los motores de búsqueda en Internet (como Google) a retirar enlaces a artículos y textos cuando el afectado hiciera la petición oportuna. Esta semana, Google ha comenzado a cumplir las primeras solicitudes.

Creo que hay un gran número de equívocos en todo este asunto. Para empezar, la sentencia indica que el interesado debe presentar una solicitud a cada uno de los buscadores. Son cuatro los buscadores más usados (Google, Bing, Yahoo y Ask.com), y decenas los menos conocidos. Es de suponer, por tanto, que nunca seamos capaces de solicitar el olvido a todos los buscadores existentes. Pero, si el objetivo es evitar que periodistas y departamentos de recursos humanos husmeen en nuestro pasado, ¿realmente sirve esto de algo? ¿Cuánto tardarán los investigadores en comenzar a usar buscadores desconocidos por el público, si no lo hacen ya?

También conviene preguntarse qué criterios siguen los buscadores para aceptar o rechazar una petición, o cómo se comprueba que la petición es legítima y proviene realmente del interesado. No es difícil imaginar escenarios en los que alguien intente ocultar un artículo perfectamente legítimo basándose en que contiene insultos o descalificaciones a un tercero.

Y todo esto sin olvidar que la sentencia afecta únicamente a los buscadores: nada dice, por supuesto, de la retirada de los artículos originales, ya que podría enfurecer a la prensa. Y con razón: sería un flagrante ataque a la libertad de prensa. Pero si el artículo original sigue estando disponible en la web de un diario digital, por ejemplo, nada nos impedirá encontrarlo usando su buscador local. Vuelta a la casilla de salida.

Pero, más allá de todo esto, hay un problema ético de fondo: el derecho a la información. Como ciudadanos, tenemos derecho a tener información objetiva (o, al menos, a conocer puntos de vista complementarios). La ejecución de esta sentencia vulnera este derecho, y nos priva (aunque sea parcialmente) del acceso a esa información. De forma peligrosamente parecida a cómo el gobierno chino obliga a los buscadores a bloquear informaciones contrarias al régimen.

Estoy plenamente convencido de que Internet está provocando un segundo renacimiento cultural, sólo comparable al producido por la invención de la imprenta hace cinco siglos. En nuestras manos está el enfrentarnos a este nuevo tiempo, el decidir qué vamos a hacer, y cómo queremos que sea el mundo a partir de ahora.