miércoles, 27 de agosto de 2014

Cine en 3D

Escribí este artículo en agosto de 2009, ¡hace la friolera de cinco años!, pero quedó en los archivos. El otro día me lo encontré, y me sorprendió lo poco que ha cambiado el panorama en todo este tiempo. Aquí os lo dejo.

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Hace algunas semanas fui al cine con unos amigos. No lo hago muy a menudo, y los 9,50 Euros que pagué por la entrada me recordaron en seguida porqué. La película que elegimos fue Up, de Pixar. En tres dimensiones.

Hasta ahora no había optado por el cine en relieve debido a diferentes razones. Principalmente, porque me parecía más que nada una tecnología-márketing para reenganchar con el público (que cada vez tiene equipos más avanzados en su casa) y, de paso, conseguir convencer a las salas para dar el salto a los (extremadamente caros) proyectores digitales. Una segunda razón era que mi único contacto con un sistema de proyección tridimensional, hace un lustro en un parque temático, me había acarreado un dolor de cabeza tras sólo diez minutos de proyección.

Ahora que lo he probado, tengo menos recelos respecto a la tecnología. Sigo sin ver la diferencia entre el cine digital y el químico (en teoría un fotograma estándar de 35 mm. puede resolver más detalle que una imagen de 4K, la mayor calidad empleada en el cine digital). Pero, al menos, he dejado de ver la nueva tecnología como una atracción de feria. Vi las dos horas y pico de programa sin gran problema, con la única molestia de tener que ponerme unas gafas especiales sobre las que me son necesarias por mi miopía, y el inconveniente de ver una imagen ligeramente menos luminosa. Aunque también tengo que decir que mis amigos no vieron gran problema en esto último.

El visionado de escenas en relieve implica que cada ojo reciba, mirando hacia el mismo sitio, una imagen ligeramente diferente. La tecnología por la que se ha decantado la industria para el cine en 3D es la menos mala de las disponibles a día de hoy: la basada en luz polarizada. Por un lado, se emplean dos proyectores, cada uno con un filtro polarizador al frente de su óptica, uno de ellos rotado 90 grados respecto al otro; por el otro, los espectadores se ponen unas gafas que sitúan delante de sus ojos sendos polarizadores, de nuevo con un desfase de 90 grados y ajustados para corresponder con los proyectores. El resultado es que en la pantalla se proyectan ambas imágenes simultáneamente, pero cada ojo ve la que le corresponde y el cerebro interpreta el conjunto y da relieve a la escena.

El programa, por cierto, fue enteramente de animación por ordenador, y me hizo pensar sobre el uso de la nueva tecnología. Comenzó con un trailer del largometraje Cuento de Navidad en el que, en mi opinión, se abusó del juego con la profundidad. En numerosas ocasiones, objetos rompían la cuarta pared y se acercaban al espectador. Inicialmente, estas cosas llaman la atención, pero no pude dejar de pensar en el “estéreo analógico”, tan común en las primeras grabaciones estereofónicas de los años 60, y que abusaban del efecto colocando los instrumentos exclusivamente en los dos extremos del espacio. Las otras dos proyecciones (ambos de Pixar: el cortometraje Parcialmente Nublado y la película Up) fueron muchos más comedidas en ese sentido, y, ciertamente, más realistas.

En todo caso, habrá que ver si esta nueva forma de ver el cine se impone. Por de pronto, en estos tiempos de crisis, el subir el ya abultado precio de las entradas no parece buena política, y no creo que la imagen tridimensional sea un avance tan grande ni tan necesario como el cine sonoro o en color.

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