En la primera parte de este artículo, vimos los diferentes modos de exposición que ofrecen las cámaras fotográficas actuales. En esta segunda parte, voy a completar la discusión de los diferentes modos con dos parámetros adicionales muy relacionados con ellos.
En todos los modos salvo Manual, la cámara nos ofrece un control denominado compensación de exposición. Recordad que en estos modos la cámara evalúa la luminosidad de la escena y, en función de esto, configura la apertura y/o la velocidad. El problema es que a veces la cámara se equivoca, o no interpreta bien nuestras intenciones. Si estamos enfocando, por ejemplo, a una persona sobre un cielo claro, ¿queremos fotografiar la silueta de la figura, o preferimos que el cielo quede quemado pero que se vea la cara? En estos casos, la compensación de exposición nos permite corregir la medición hecha por la cámara, para que el resultado captado en la fotografía se acerque lo más posible a nuestras intenciones. Habitualmente es un proceso de prueba y error: tomaremos una fotografía con compensación 0 (o sea, sin modificar la exposición calculada por la cámara) y observaremos el resultado. En función de lo que veamos, repetiremos (o no) la fotografía, aumentando o disminuyendo la compensación de exposición según queramos sobreexponer o subexponer.
Además, como recordaréis, no son dos los parámetros que influyen en la exposición de una fotografía, sino tres. El tercero en discordia es la sensibilidad ISO, factor que hasta ahora había ignorado en este artículo por simplicidad. En los modos Programa y de Prioridad, la cámara permite dejar este parámetro en “automático”, o fijarlo manualmente, mientras que en el modo Manual debemos ajustarlo siempre nosotros. Si es la cámara quién elige la sensibilidad, procurará tomar el valor más bajo posible (para introducir poco ruido o grano) siempre que no resulte en un tiempo de exposición demasiado largo. Si la seleccionamos nosotros, por lo general procuraremos hacer lo mismo, teniendo en cuenta los efectos en el tiempo de exposición y/o la apertura, según nuestras preferencias. Suena un poco complicado, y requiere ir cogiendo experiencia según practicamos, por lo que, quizás, mientras nos hacemos con los controles más básicos (apertura y velocidad de obturación), lo mejor es ceñirnos a la sensibilidad estándar, ISO 100.
Con este artículo en dos partes completo lo que considero la teoría básica de la fotografía. Por supuesto, hay mucho más que explicar y que aprender, y podría seguir así ad infinitum. Pero creo que es mejor dejar de lado la teoría por un tiempo, y comenzar a ponerla en práctica. Mis próximos artículos hablarán de la forma adecuada de enfrentarse a diferentes tipos de escenas (paisajes, retratos, fotografía nocturna...), aplicando la teoría básica.
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