Cuando comencé este blog hace ya casi ocho meses (¡cómo pasa el tiempo!), me prometí a mi mismo no hablar de política en él. No porque no tenga mis opiniones, que por supuesto las tengo. Sino porque quiero hablar de tecnología, y el poner a caer de un burro al político de turno ya lo hacen muy bien los tertulianos de ciertos programas de radio y televisión.
Pero las cosas han cambiado en estos ocho meses. A peor, me temo.
Qué puedo decir que no se haya dicho ya de las gestoras de derechos de autor (las popularmente conocidas como sociedades de autor). Realizan una labor absolutamente necesaria. Pero en los últimos tiempos no hacen más que campear por un modelo económico que está obsoleto desde que existe Internet. Y, lo que es peor, hay serias dudas sobre si su gestión realmente protege a los artistas más desvalidos (a Bisbal y a Sabina no hace falta protegerlos, de eso ya se encargan sus millones). Los escándalos en los que se ven envueltas las gestoras son continuos, y rara es la semana en la que no oímos hablar de alguna de ellas en las noticias.
Desde luego, a esto tampoco ayuda que los artistas que, antes de las pasadas elecciones, hicieron campaña a favor del actual Gobierno, sean justamente los más beneficiados por las medidas aprobadas por ese mismo Gobierno en los últimos tiempos. Es, como mínimo, éticamente cuestionable. El como máximo os lo dejo a vosotros.
No seré yo quién se oponga al sistema de derechos de autor. Yo mismo vivo de vender (o licenciar, si lo queréis así) mi propiedad intelectual. Pero, ¡carajo!, una cosa es velar por los derechos de los autores, y otra muy diferente es usar esta defensa como argumento para atacar el bolsillo y las libertades de los usuarios de Internet en particular y los ciudadanos en general.
Pero no ha sido todo esto lo que me ha hecho escribir este artículo, no. Si no, lo habríais leído hace meses.
Lo que clama al cielo es que, en una vuelta de tuerca más, el Gobierno pretenda que mi conexión a Internet financie la televisión. Sí, habéis leído bien. Pretenden eliminar la publicidad de la televisión pública, y quieren financiarla, en parte, con un nuevo impuesto a las operadoras de telecomunicaciones. Que, inmediatamente, subirán las tarifas de conexión a Internet (no son hermanitas de la caridad; están para hacer negocio, ¿sabéis?). El resultado: yo, que no veo la televisión porque no me interesa lo más mínimo, voy a acabar financiando la cadena con la que estoy más en desacuerdo. O sea, la pública, la que está a merced del gobierno de turno, sea rojo o azul, diciendo siempre "si, bwana".
Ya que no nos preguntan (porque no quieren arriesgarse a oir el rotundo NO que seguro les gritaríamos en respuesta), sólo nos queda el derecho al pataleo.
Disculpad la filípica. Necesitaba desahogarme.
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1 comentario:
Ya estoy leyendo tu blog. Oye, me acabo de enterar que tú tampoco ves la tele. Nosotros ya no tenemos tele desde hace tres años. Aquí es una verguenza. No puedes pagar por los canales que quieres (que yo me abonaria como mucho a un par, History Channel y puede que Sci Fi), sino que compras un paquete que cuesta un riñón y te cargan de basura, para hacerte adicto a ella, claro, y luego decir que vemos basura.
Ya me he desahogado yo.
Increible lo que cuentas, que mal estos gobiernos con decisiones totalitarias y que las piensan para favorecer a la mayoria pero solo favorecen a ellos quienes las pensaron.
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