martes, 30 de diciembre de 2008

Entretenimiento digital: La cola larga

Los que seguís mi blog, habréis leído en más de una ocasión que el modelo de la industria del entretenimiento (música, cine, literatura, juegos, etc.) está cambiando. Y que quien no se adapte, desaparecerá. Pero, ¿en qué consisten exactamente los cambios? En la miniserie de artículos que hoy comienzo intentaré analizarlo.

Hace unos años, en octubre de 2004, Chris Anderson publicó en la revista Wired un artículo titulado The Long Tail, algo así como "la cola larga". A lo largo de más de cinco páginas, detallaba pormenorizadamente un hecho sencillo, pero muy importante para entender qué está pasando con la industria del entretenimiento: las obras (películas, álbumes musicales...) menos populares generan menos demanda que las más populares (obviamente). Pero la demanda generada por las obras exitosas es menor que la demanda acumulada de las obras que no han tenido éxito.

Así dicho, es un poco farragoso. Pero si dibujamos un gráfico en el que por un lado ponemos la popularidad de la obra, y por otro la demanda que genera, la cosa comienza a tener más sentido:



¿En qué afecta esto al consumidor? Bien, tomemos el ejemplo de Deutsche Grammophon. Este sello discográfico tiene más de un siglo de andadura (fue fundado en 1.898), y a lo largo de ese tiempo ha juntado un catálogo de miles de grabaciones. De música clásica, por supuesto, un género que no mueve grandes masas como el pop o el rock alternativo. Y aquí está el problema. Si vamos a una tienda de discos, o a la sección de entretenimiento de una gran superficie, nos podemos encontrar a lo sumo unas pocas docenas de grabaciones de Deutsche Grammophon. Entre ellas, las sinfonías 5ª y 9º de Beethoven, obras para órgano de Bach, conciertos de Mozart, y cosas por el estilo. Pero, por mucho que lo busquemos, no vamos a encontrar una grabación histórica de la Filarmónica de Viena interpretando la Sinfonía Fantástica de Berlioz en 1.939. Sencillamente, la popularidad de esa obra no es muy grande, y la popularidad, por tanto, es baja. A lo mejor se podría vender un CD en diez años (o lo mismo, ni siquiera eso). Y esas ventas tan reducidas no justifican que el disco esté ocupando espacio en la estantería, desplazando a otros que (probablemente) se venderían mejor.

La consecuencia es clara: desde la creación de la industria discográfica a finales del siglo XIX, es probable que se hayan grabado millones (o incluso decenas o centenares de millones) de álbumes musicales. Pero sólo una fracción infinitesimal de ellos (¿1.000? ¿2.000?) están a nuestra disposición en las tiendas de discos. Sobre todo, por limitaciones de espacio. O al menos, así era hasta finales del siglo XX.

En el próximo artículo veremos qué ha cambiado en el siglo XXI. Aunque creo que ya os imagináis por dónde van los tiros.

Más información: http://www.wired.com/wired/archive/12.10/tail.html (en inglés)

No hay comentarios: